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BRITNEY'S
DANCE BEAT VS. SPIDER-MAN
- BRITNEY'S
DANCE BEAT
Desarrollador: THQ
Género: Dance'em Up
Plataforma: Playstation 2
- SPIDER-MAN
Desarrollador: Treyarch
Género: Arcade
Plataforma: Playstation 2
Ser
un freak (de lo que sea: de los superhéroes, de Brian
Yuzna, de Famke Janssen o de las Spice Girls
yo lo soy de
todo eso y de mucho más) tiene su parte buena y su parte
mala. La mala es que a menudo nos dejamos llevar por impulsos irracionales:
consumimos productos -videojuegos, tebeos, películas, lo
que sea- que sabemos que no cumplen los requisitos mínimos
de calidad que le exigiríamos a, pongamos, una película
de cine de barrio (contando con que no se sea también un
freak de Martínez Soria, que los habemos, y en abundancia).
Pero disculpamos así defectillos sólo porque aparece
nuestro dibujante, personaje, diseñador, músico o
playmate favoritos en el producto en cuestión. Más
de una vez, todo junto.
El caso es que el freakse traga lo que le echen si lleva el logo
adecuado. A mí me pasa (insisto, entre otras muchas cosas)
con Spider-Man y con Britney Spears, como habrá podido adivinar
hasta el lector menos despierto gracias al poco disimulado título
que encabeza esta doble reseña. Resumiendo: que un freak
es la persona menos indicada para calificar los juegos protagonizados
por sus objetos de admiración. Me resulta extremadamente
sencillo obviar fallos, perdonar inconveniencias y pasar la mano
ante detalles más o menos molestos de Spider-Man y
Britney's Dance Beat. Porque soy un freak. Amo a Peter
Parker y esa deliciosa frase de "Un gran poder conlleva una
gran responsabilidad", porque sé que nunca voy a tener
un poder tan grande que lleve de la mano una responsabilidad como
la suya. Me encanta que todos los enemigos de Spider-Man sean animales
salvajes, el bigote de J. Jonah Jameson, que Mary Jane le llame
"tigre" y que esté tan imposiblemente buena. Uno
de mis primeros alborotos hormonales acompañó a un
beso entre el buenazo de Spidey y la Gata Negra, en uno de esos
tebeos que ahora reedita Planeta para mi rubor, y que tan bien ha
homenajeado Raimi en esa película que todos hemos visto ya
más de una vez. Y del mismo modo, soy un freak, amo
a Britney Spears y esa estética de animadora descerebrada.
Sé que nunca le voy a poner la manaza encima y me encanta
que todo el mundo la odie y malgasten su tiempo en productos más
cercanos e infinitamente más plomizos. Me vuelve loco esa
perversa mezcla de inocencia lolítica y hembra hipersexuada,
y esa calculada manera de convertir todas y cada una de sus inocentes
palabras, melodías, rimas, estribillos y coregrafías
en chuscas referencias sexuales.
El caso es que Spider-Man y Britney's
Dance Beat tienen algo muy claro en común: son productos
pensados por y para freaks. No les encuentro otro sentido,
como no se lo encuentro al anuncio de Britney para Pepsi o a la
película de Sam Raimi. Así, Spider-Man no es más
que una renovación de las virtudes de sus predecesores para
Playstation: más combos, más libertad de movimientos
en las fases exteriores, más enemigos y más desafíos.
Y la cámara aún más loca. Al menos en Playstation
2, ese es el fallo primordial: dos o tres movimientos rápidos,
un salir disparado hacia el techo o algo así, y adiós
sentido de la orientación (si lo hubiera habido previamente,
que eso ya va con cada cual). Y a quien se le ocurra la feliz idea
(a veces imprescindible) de activar la opción Camera lock
con la que el enemigo siempre está enfocado, que se prepare
para un maremagnum de cabriolas, saltos sin red (ja, ja,
ja) y palizas indiscriminadas... fuera de campo. Hay más
peros: la endiablada dificultad de alguna de las fases, que comparada
con lo absurdamente fáciles que pueden resultar la inmediatamente
anterior o posterior, convierte al juego en una auténtica
ruleta rusa. Bastante más frustrante, además, porque
al menos en la ruleta rusa real no hay periodos de carga. Por lo
demás, las virtudes son obvias: la acción es endiablada
e incesante; la variedad de objetivos resta monotonía a un
juego que, en el esqueleto, es sólo más de lo mismo;
aparecen algunos de los enemigos clásicos de Spider-Man;
las secuencias de vídeo son increíbles; y las mejoras
con respecto a las anteriores entregas son mínimas pero más
que suficientes. Pero lo realmente importante, lo que hace a Spider-Man
bocatto di cardinale para el fan son las fases que se
desarrollan en la calle, que a pesar de inevitables fallos de concepto
("euh... ¿de dónde se está colgando ahora?"),
transmite a la perfección la siempre envidiada capacidad
del cabeza de red para moverse a su antojo por Nueva York, adherirse
a cualquier sperficie y, en general, hacer de la ciudad por encima
del piso 60 un único e inimitable campo de batalla. Como
además la ación se desarolla en Nueva York y no, digamos,
en La Manga, hay suficiente variedad de construcciones, rascacielos
y mazacotes de hormigón (aparte de una variedad de efectos
atmosféricos absolutamente maravillosa) para que el jugador
nunca se canse de estas fases.
¿Ven el matiz? El punto a favor definitivo
de Spider-Man está, simple y llanamente, en que ha
conseguido transmitir la sensación de libertad y majestuoso
poder saliendo de la punta de los dedos del personaje que los tebeos
llevan explotando (aún sin haber agotado su magia) desde
hace unas cuantas décadas. Si se tratara de un personaje
secundón, de alguien inventado especialmente para la ocasión,
de otro idiota en mallas sin treinta y pico años de emociones
a sus espaldas, estaríamos oyendo las quejas de costumbre
para el juego, sobre todo en lo referentes a esa insufrible cámara.
La puntuación habitual de las revistas y webs más
prestigiosas sería de setenta y pocos por ciento, que como
sabéis, y por extraño que parezca, equivale a una
mierda pinchada en un palo. La nostalgia, en fin, ha aupado un par
de puestos al bueno de Peter Parker, convirtiendo lo que desapasionadamente
es un juego mediocre tirando a resultón en una auténtica
experiencia para los fans del personaje.
Eh... sí, pero... ¿qué tiene
que ver Britney con todo esto? Todo, prácticamente. Como
Spider-Man, Britney's Dance Beat es un juego teledirigido
a un público muy específico: se trata de un benami
puro y duro en el que hay que ir pulsando los botones del mando
al ritmo de las canciones de la buena de Britney. Pues bien, agarraos:
Britney's Dance Beat es un juego honesto, simple, efectivo
y, a su manera, mejor que Spider-Man. Para empezar, cuesta
imaginar mejores canciones para un juego de baile que las de esta
chica: medios tiempos, ritmos marcados, percusión sincopada,
arreglos claritos y fáciles de seguir... son simplemente
perfectas. En cuanto a la imagen, movimientos y demás, técnicamente
es impresionante: las conexiones entre combos de los bailarines
que manejamos son fluidas y no acusan esos odiosos movimientos de
robot que hay que sufrir en los benamis más primitivos.
Da la impresión, como me comentaba un amigo, de que no han
reparado en gastos para huir de la lógica maldición
de los juegos basados en estrellas del pop (del que sólo
se salva aquel resultón Moonwalker en versión
arcade).
La opinión más coherente y menos manipulada
por los inevitables prejuicios que he leído sobre Britney's
Dance Beat la dio la revista "Play2 Obsesion" en su
reciente número 21: en uno de esos cuadros para tetrapléjicos
que resumen lo mejor y lo peor de cada juego con una frase ingeniosa
se podía leer: "Lo mejor: cinco canciones genuínas
de Britney Spears. Lo peor: cinco canciones genuinas de Britney
Spears". Ahí está el secreto y quien no lo
entienda a estas alturas, que se lo haga mirar: Britney's Dance
Beat encuentra su único sentido para quien sea capaz
de jugar más de media hora escuchando una y otra vez las
mismas cinco canciones de su ídola. Por eso, la única
satisfacción que reporta el juego (aparte del pajerismo extremo
de poder manejar, esporádicamente, a la propia Britney) es
que según se van avanzando fases, se van desbloqueando vídeos
caseros de la estrella, making-ofs y una fabulosa fase interactiva
en la que, con el pad, se puede controlar una cámara con
movimiento de 360 grados en un concierto de la dama. Sólo
un idiota, una persona con un sentido del humor minúsculo
o, simplemente, alguien que no ha sentido nunca la más mínima
pasión por nada, diría que el evidente hecho de que
Britney's Dance Beat sólo puede interesar a los fans
de la interfecta es un defecto.
Decía más arriba que ser un freak tiene su
parte buena y su parte mala. La carencia de criterio y el apocalipsis
monetario son la negativa. La positiva reside en que Sam Raimi,
Marvel, Britney Spears y su manager se están forrando
a mi costa. Así que, mamá, ¿lo oyes?, hay alguien
que le encuentra algo defendible a que yo sea un freak. Maldita
la gracia.
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